Revisitando los sesenta en Rosario

Plataforma Lavardén
Jueves 4 al Sábado 27 de Septiembre 2014
Sala de las Miradas, Mendoza 1085.-Rosario

www.plataformalavarden.com.ar

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Las fotos son Shakespear. Por Sandra Wheeler.

Richard Avedon escribió: “Las imágenes tienen para mí una realidad que la gente no tiene. Es a través de las fotos que conozco a la gente”.

Tal vez la mejor forma de conocer a Ronald Shakespear sea a través de estas fotos. Ellas hablan volúmenes sobre su creador: Ronald abraza a la humanidad en todas sus manifestaciones: niños, locos, escritores, editores, músicos, políticos, payasos, modelos, pintores, amigos.

Es honesto, disciplinado y generoso: sin artificios, pretensiones, superficialidades ni artilugios.

Es un gran relator-observador en las respectivas tradiciones de Borges, Calvino y Whitman: el corazón pleno, la sonrisa cálida, los ojos chispeantes detrás de la lente de una Leica F3, el leve perfume del tabaco para pipa. Ha logrado profundas amistades y conexiones humanas: niños libres y para nada tímidos; políticos que reflejan integridad, como en un espejo del respeto que Ronald les demuestra.

Ronald acepta los momentos melancólicos de la vida, su locura, y los seres queridos que se van; “¡Lorenzo, encendé la parrilla! ¡Viene Alan!”

Lo empujan los claroscuros dramáticos y la oscuridad; lo atraen la belleza, la pureza y el virtuosismo: ¿El ojo iluminado de Jorge Luis Borges es el punctum de Roland Barthes? ¿Es este el detalle inconspicuo que revela el intelecto y la fascinación de Shakespear, su talento natural para los hallazgos, la resonancia emocional de sus imágenes? Es un artista y acróbata paciente: su cámara danza de manera sigilosa, ágil y fluida, capturando lo que Robert Frank llamó los “momentos intermedios” de la realidad: el gesto inconciente, una sonrisa, el retrato “Wellesiano” de Welles.

Tiene nostalgia de los sesenta, el momento en el que descubrió y refinó su voz y su visión transcendentales: los sujetos evocadores de Strand, el coraje y la curiosidad de Arbus, el instinto nómada y la sensibilidad etnográfica de Frank y Evans, el ingenio y la espontaneidad de Winogrand. Las fotos exclaman: “¡él es una vida magnífica!” Ronald Shakespear es un poeta argentino.

Sandra Wheeler. Richmond, Virginia

 

Los retratos de Shakespear.

«Los grandes artistas ignoran los límites tradicionales de la empresa creativa. No se rinden ante el canon exclusivo edificado durante generaciones por quienes los precedieron. En lugar de ello, siguen a su musa, con frecuencia pasando de un medio a otro para descubrir y declarar su visión a través de una cambiante paleta de herramientas artísticas.

Cuando un artista salta el abismo que separa a una clase de expresión artística de otra, se revela la esencia del artista. El mirar dos obras de la misma persona en dos medios distintos nos permite eliminar los elementos formales de cada obra-objeto y encontrar los hilos que las conectan entre sí y con su creador.

Hoy conocemos a Ronald Shakespear como un diseñador con una extensa cartera de celebrados proyectos de identidad gráfica y ambiental. Pero en la década de 1960, una de sus principales formas de expresión visual era el retrato, cuando utilizaba la fotografía en blanco y negro para capturar a amigos y celebridades en momentos de intimidad. En su próximo libro, Retratos de los Sesenta, comparte esas fotografías una vez más — y hoy, con el beneficio del tiempo y la amplitud de su carrera como diseñador, podemos apreciar los hilos que unen a esas fotos con el resto de la obra de Shakespear.

Como sus logos más exitosos, esos retratos son gestos simples, pero icónicos en su capacidad de comunicar mucho dentro de un formato modesto. Su retrato de Jorge Luis Borges es un esbozo del poeta-filósofo en la formal elegancia de su oficina en la Biblioteca Nacional Argentina — un estudio afectuoso y fiel de esta figura pública.

Espero con ansias poder recorrer las páginas de Retratos de los Sesenta para adivinar más del lenguaje visual esencial de Shakespear, y para conocer a quienes eligió reflejar en sus líricos retratos».

Leslie Wolke
Austin, Texas

 

La vida, en toda su intensidad

«El primer día de clase un amigo mío que enseñaba fotografía mostraba a los estudiantes una foto de un gato y les preguntaba: «¿Qué es?» Todos respondían, un poco sorprendidos, «Un gato!» A lo que él siempre contestaba: «No. Es la foto de un gato.»

Las fotos de Ronald son, antes que nada, fotos. Son fotos de la luz que cae sobre las cosas y que, de alguna manera, las descubre (y las cubre); directas, robustas, salvajes, más sombra que luz. Los personajes vienen después.

Todas son un autorretrato, un retrato de la intensidad como tema fotográfico. De nuevo, puro Ronald: así es su conversación. Así es su lenguaje. Así son sus señales. Frontales, directas, sin vueltas ¿Por qué debería ser diferente su fotografía?

¿De donde surge? No pertenece a la ilustre tradición de la fotografía misma. ¿Avedon? Lo admira, pero no lo imita. ¿Cartier Bresson? La manera de enfrentar el sujeto sí, pero la forma de visualizarlo, no. ¿Robert Capa? ¿El fluir de los momentos, la intensidad cruda de sus fotos movidas de la invasión de Normandía?… Tal vez la imagen de Ronald viene más del cine: ¿Bergman? (Otro amante del medio que usaba), ¿o el mismo Orson Welles de su foto, con su lenguaje de contrapicadas y sus tonos contrastados?

Decidido a hacer bien lo que hacía (como siempre), Ronald se compró una Hasselblad. Era la época en que nos encantaba la calidad de superficie de los grises y los negros. El único laboratorio accesible capaz de hacer algo bueno en aquel momento, revelando los rollos con revelador de grano fino, era «Ellinger,» en Viamonte y Maipú, donde unos alemanes minuciosos hacían maravillas con películas de 35 mm. A uno se le hacía agua la boca con el formato 6×6. Monumental. La Hasselblad era el pasaporte a la foto profesional. Ni qué hablar cuando en 1969 fue a la Luna. Seguro que se vendieron muchas Hasselblad. Pero no aparecieron muchos Ronald Shakespear. Ronald, sin embargo, sacó muchas de sus fotos con una histórica Leica F3 -aquella de los espías- con la lente retráctil que permitía llevarla en el bolsillo de la chaqueta.

También hay que pensar en los personajes que elegía para sus fotos: las fotos son fuertes, pero los personajes también. Era un momento heroico esos años ’60. No sé qué había en el ambiente ¿tal vez nuestra juventud? Pero nó, había algo más, algo que impulsaba a la gente en el mundo occidental a romper barreras, a hablar claro, a inventar la propia vida. Un poco como fueron los años ’20: y no como los ’30, ni los ’40, ni los ’50. Los ’60 fueron años de salir a explorar los límites de lo posible. Es en ese contexto explosivo del Pop, de los Hippies de San Francisco, de la moda de Mary Quant, de Carnaby Street, de La Menesunda, del Instituto Di Tella, que sale Ronald con su cámara a documentar el momento fugaz. Sus modelos no posan, pasan. Ni siquiera parecen notar la presencia del fotógrafo, que está ahí, con ojo caravaggiesco esperando el momento mágico en que la luz, la sombra y el personaje confluyan para potenciar la imagen.

Eso es lo que tenemos el privilegio de ver hoy, de nuevo, gracias a esta nueva edición de Caras y Caritas: la vida, en toda su intensidad».

Jorge Frascara
Cholula,México