Breve racconto 2013

10 Noticias de un año que se fué.
Señal diseño fue publicado en Alemania.
Muestra «Diseña tu mundo»en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.
Señalización Urbana para la Ciudad Rosario.
Exposición Caras y Caritas en el MAMBA
TED Río de la Plata La charla «Nunca pidas Permiso»
Congreso Trimarchi en Mar del Plata
Reconocimiento de la Universidad de Palermo «Maestro del diseño»
Muestra en Mendez Libros «Los sesenta revividos»
Entrevista de Adrian Shaughnessy  en Unit Editions

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Dos prólogos de Jorge Frascara en el libro “Design als Information – Memorieren der Praxix” del Profesor Honorario Ronald Shakespear, dentro de la publicación realizada por el Profesor Reinhard Komar en Oldemburg.

Presentación Felipe Covarrubias.
Diseño del libro y cubierta: Lorenzo Shakespear
Traducción Ulrike Von Seggern
Año 2014

Señal de Diseño / Memoria de la práctica
Pequeño for fuera, enorme por dentro, “Señal de diseño” es un lujo imprescindible para quienes quieren diseñar. Es lujo, porque la riqueza que contiene no se encuentra ni facilmente, ni toda junta como lo está acá. Es imprescindible, porque su información encierra un curso magistral en los factores esenciales del diseño. Esos factores esenciales no aparecen listados como teoría abstracta, sino que emergen de la extensa práctica descripta y se integran en todas sus páginas, a veces a través de citas de grandes pensadores, a veces a través de detallados casos de estudio.

El libro así se pasea de la gran escala al detalle, del factor humano a lo técnico, de la visualización inspirada a la planificación metódica. No hay aspecto imprtante del diseño de comunicación que quede fuera. Todo esto, poco a poco, construye una imagen del diseño, una imagen rica, extensa, profusamente ilustrada, y diría, heroica, de lo que puede ser creado cuando se tienen las ideas claras, la voluntad decidida y la habilidad profesional que permite manejar contedidos, procesos, clientes, tecnologías, presupuestos, situaciones y objetivos con una claridad meridiana.

En síntesis, y como dije al principio: un curso magistral en diseño de comunicación.

Jorge Frascara
Puebla, México
Icograda Past President

El Diseño, el orden y la libertad
Toda percepción implica una búsqueda de significado. Toda búsqueda de significado requiere un proceso de ordenamiento. Todo proceso de ordenamiento requiere una hipótesis de diseño. La percepción es una tarea ordenadora. Frente al caos inexplicable los bebes lloran, los niños se pierden, los adolescentes se angustian, los adultos se desperdician, los presuntuosos se equivocan, los humildes preguntan, los religiosos creen, los científicos analizan y los diseñadores actúan.

Todos tratan de entender. Entender es, en primera instancia, interpretar signos e inventar conexiones. Esta no es tarea fácil. En efecto, “encontrar similitudes entre situaciones a pesar de diferencias que pueden separarlas” y “encontrar sentido en mensajes ambiguos o contradictorios” son altas funciones de la inteligencia (Douglas R. Hofstadter, Gödel, Escher, Bach: An Eternal Golden Braid). En segunda instancia, entender es ensayar hipótesis y ver si funcionan (muchas veces lo que al principio parece adecuado, en realidad no lo es).

Entender es un proceso de aprendizaje. Todo proceso de aprendizaje implica un deutero-aprendizaje, es decir, un desarrollo de la habilidad para aprender la clase de cosa que se ha aprendido: si aprendo de memoria una serie de letras sin sentido, no sólo aprendo esa serie de letras, sino que aprendo a aprender series de letras sin sentido. Cuanto más entendemos, entonces, más crece nuestra capacidad para entender. También crece nuestra confianza; y nuestra independencia. Entender implica transformar un caos en un sistema significante. Para eso es necesario entender tanto los elementos en ese caos aparente como las posibles relaciones entre esos elementos. Los esquimales, los tuaregs y los jíbaros conocen muy bien los significados de pequeños detalles de sus ambientes.

Hielo, arena y selva para el habitante de las ciudades siglo XX son sólo eso: tres cosas.

Sin embargo, una extensa serie de palabras define en inuit los diferentes estados del hielo y la nieve, de la misma manera que el color beige tiene una serie de matices definidos por el lenguaje de los tuaregs, y la interminable variedad de plantas amazónicas y sus propiedades es transparente para los jíbaros, transformando al término selva en una simplificación inaceptable. De la misma manera, el término ciudad es una simplificación inaceptable para nosotros. Cientos de realidades se superponen, yuxtaponen e integran en la ciudad. Realidades más y más complejas se descubren constantemente. Mientras que un jíbaro y un campesino alcanzan conocimiento suficiente sobre su ambiente antes de los veinte años de edad, el habitante de nuestra civilización puede continuar su aprendizaje toda la vida, aunque permanezca siempre en su ciudad natal. Su contexto no es físico, sino conceptual. La vida en la ciudad de hoy es, esencialmente, vida en un mar de comunicaciones. Este mar de comunicaciones está lleno de ruido, ruido formado por mensajes confusos, irrelevantes, incompletos o distorsionantes, como los caracterizados por Roland Barthes en “Mitologías”, donde denuncia a los medios como responsables de la creación de apetitos innecesarios, de deseos imposibles de satisfacer, de realidades ficticias (valga la paradoja), distorsionando, más que formando, nuestra percepción de la realidad. La gravedad de este problema se refuerza recordando a McLuhan: “El medio, o el proceso, de nuestro tiempo -la tecnología eléctrica- está remodelando y reestructurando los patrones de la interdependencia social y cada uno de los aspectos de nuestra vida privada.” (“El Medio es el Masaje”).

Nuestra relación con esta realidad compleja de la vida contemporánea llena de interacciones con personas y eventos, está en gran medida regimentada por el tiempo. Tiempo es riqueza, y coordinación de tiempo es condición necesaria para el desarrollo de la comunicación humana, si es que la queremos desarrollar con intensidad y eficiencia. Reuniones, clases, congresos, entretenimiento, visitas, viajes, deportes, en suma, todas nuestras actividades sociales, están regimentadas por el tiempo. La gente confluye, se dispersa, viene y va. En este medio ambiente la coordinación, el orden y el acuerdo se hacen imprescindibles. Precisión en las informaciones, puntualidad en las entregas y rapidez en las acciones, requieren comunicaciones claras y se basan en un respeto por el tiempo de los demás. Si el tiempo es oro, la eficiencia es la moneda. La noción del valor del tiempo genera la necesidad de eficiencia, y es la comprensión del valor de la eficiencia lo que fundamenta la existencia del diseño. Nuestra vida cotidiana en la ciudad constantemente implica intercambio y procesamiento de información, adaptación a nuevas situaciones y aprendizaje de nuevos códigos. Ese habitante hipotético de nuestra sociedad que vive toda su vida en su ciudad natal, muchas veces se lamenta pensando que las cosas eran más simples en los tiempos idos y que los tiempos idos eran mejores. Sin entrar a analizar la naturaleza de la nostalgia, es evidente que la vida contemporánea es cada vez más compleja y cada vez más rápidamente cambiante. Así como Wölflinn demostró en 1925 que el Barroco no era la decadencia del Renacimiento, sino que era un estilo basado en premisas distintas y en un alto grado de complejidad, así el diseñador de hoy dota de sentido a las comunicaciones de una sociedad cuyo alto grado de complejidad linda con el caos. Wölflinn se apoyó de alguna manera en el concepto de voluntad de forma de Worringer para elaborar su tesis en defensa del Barroco, argumentando intenciones distintas en los artistas de cada estilo. Worringer desarrolló su tesis en defensa del estilo gótico en función de reconocerlo no como un Renacimiento incipiente y primitivo, sino como un estilo derivado de una voluntad de forma germánica, definiendo al concepto de estilo como el resultado de una voluntad de forma específica, es decir, como un sistema organizador basado en una manera particular de seleccionar, desarrollar y combinar los elementos formales.

Mientras que Wölflinn y Worringer trabajaron en la relatividad del valor estético y en los diferentes principios de organización formal usados en diferentes períodos, lo que me interesa aquí, y que es común en el Gótico, el Renacimiento, el Barroco, el Impresionismo, el Art Nouveau, el Tachismo, la gráfica suiza o cualquier estilo visual, es la existencia de una noción de orden, perseguida por todos. Esa visión del orden como valor positivo es común a toda sociedad y esencial en las sociedades más desarrolladas.

“El hombre es una criatura singular; tiene una serie de dones que lo hacen único entre los animales, de manera que, a diferencia de ellos, él no es una figura en el paisaje: él es el formador del paisaje”. (Jacob Bronowski, “The ascent of man”). Esta formación de paisaje es una actividad ordenadora: simple y física como puede ser en las tribus Masai de Kenya, donde el orden de la vida cotidiana implica la erección de una barrera circular de ramas espinosas alrededor del poblado para mantener a los leones afuera durante la noche; compleja y abstracta como en el mundo de las finanzas; o sofisticada y exacta como en el desarrollo de las ecuaciones que preceden al lanzamiento de una nave espacial. El orden es condición esencial para la comunicación, el trabajo y la libertad.

Es gracias al orden que puedo entender los subterráneos de Londres, el servicio de teléfonos en el hotel de Oslo o el formulario de impuesto a los réditos en Canadá. La falta de orden genera dependencia: hay que preguntar. A veces no se habla el idioma; a veces no se obtiene la respuesta; nunca se tiene certeza. Ir de A a B se puede transformar en una tarea casi imposible. Cincuenta por ciento de la energía productiva de una personapuede irse en minucias insignificantes, con el correspondiente desgaste emotivo y la pérdida consecuente de productividad y de satisfacción. El orden en la página de un diario, en el tránsito, en la señalización e identificación de empresas, en la arquitectura, en las oficinas públicas, en la gráfica callejera, en libros y revistas, poco a poco penetra en la vida de los individuos. La falta de orden en comunicaciones genera corrupción: gestores para cobrar jubilación, contadores para pagar réditos, abogados para procedimientos de rutina (parásitos de los sectores productivos de la sociedad). La sociedad ideal es ordenada y transparente. Estos dos principios se refuerzan mutuamente: es fácil entender y dar a entender una sociedad ordenada, y es fácil ordenar a una sociedad transparente. La opacidad protege la corrupción y el caos.

Aquí es donde el rol del diseñador de comunicaciones adquiere su máxima dimensión: en su tarea de facilitar el acceso a información, el diseñador contribuye a hacer la realidad más transparente y promueve en la gente el hábito de informarse. La adquisición de información provee independencia y confianza. En su deseo de ejercitar su independencia y desarrollar su confianza la gente tiende a querer acceder a más información y a continuar el ejercicio de su facultad de evaluar y decidir, de su facultad de organizar datos en sistemas significativos, de realmente entender el mundo alrededor. El diseñador se transforma así en el proveedor de información y en el promotor de orden, de conciencia de derecho y de libertad.

Sin embargo, la producción del diseñador gráfico es, en gran medida, invisible. Su trabajo se sumerge en la vida cotidiana y raramente se presenta en el foco de atención, ya que “lo que atrae nuestra atención son los aspectos de nuestras vidas que resultan anticuados, incongruentes, inarmónicos” (Christopher Alexander, “Ensayo sobre la síntesis de la forma”). Un diseñador que produce comunicaciones totalmente adecuadas, congruentes y armónicas, pone al público en contacto directo con la información y sólo lateralmente contribuye a la belleza del ambiente y a la creación de cultura. Pero esta contribución que entra “lateralmente” en la vida del público es, sin embargo, esencial para la riqueza de la vida. Nunca la tarea de diseñar debe verse como la construcción de meros puentes entre el público y la información: debe ser una maravilla cruzar esos puentes. “Las representaciones gráficas de estadísticas deben hacerse de tal manera que no sean sólo correctas sino también fascinantes” escribió una vez Otto Neurath. En una vida que, como dije más arriba, se desarrolla en un contexto conceptual más que físico, el diseñador de comunicaciones es creador de paisajes, no sólo participando de su cultura, sino formándola.

Este trabajo de formador de cultura, aunque sea percibido lateralmente por el público, no es lateral para el diseñador. En su esfuerzo por solucionar los problemas comunicacionales, el diseñador simultáneamente trata de producir obras de alta calidad, es decir, trata de innovar, de empujar fronteras, de introducir nuevas maneras de ver, y en ese proceso contribuye a la extensión y al enriquecimiento de la experiencia del público. No sólo “el arte, o traducción gráfica de una cultura, es modelado por la manera de percibir el espacio” como dice McLuhan (“El medio es el masaje”), sino que el arte y el diseño también modelan la percepción del espacio, de las cosas, y de la vida en general.

Todo pensamiento acerca de la realidad implica una representación; el arte y el diseño desarrollan la capacidad humana de representar, no sólo usando los lenguajes visuales de la cultura en que se producen sino creándolos.

SEÑAL DE DISEÑO hace justicia a esta acción al traer al comunmente invisible diseño de comunicación al centro de la escena. La función del diseñador gráfico en esta época de revolución informacional está encantadoramente descripta en el cuento de Richard Saul Wurman “What-if, Could-Be; an historical fable of the future” (Que-Tal-Si, Pudiera-Ser; una fábula histórica del futuro). “…No sabemos cómo articular lo que necesitamos. No sabemos cómo describir la función que necesitamos de una persona o un producto para resolver el problema. No sabemos, en otras palabras, cómo articular requerimientos constructivos para obtener un medio ambiente mejorado y más eficiente… El problema se puede definir en una pregunta: ¿qué es lo que nos hace falta para formular las preguntas adecuadas? La respuesta es obvia: información (información en su forma más alta es tanto arte como entretenimiento). Lo que esta historia dice es que en la primera reunión de la Comisión se pronunció la siguiente proclamación: La información pública debe ser pública… esto significa que la ciudad de Pueda-Ser era una sociedad a causa de sus ciudadanos y que por lo tanto era responsable frente a esos ciudadanos. Esto implicó que toda información acerca del pasado, el presente y el futuro de Pudiera-Ser, era propiedad de sus ciudadanos, y que el gobierno y los habitantes de Pudiera-Ser tenían una responsabilidad frente a la ciudad y frente a cada individuo de hacer que la información fuera accesible, y fácilmente accesible. Esto quiere decir no sólo que la información pública debía ser accesible físicamente, sino que también debía ser entendible.”

En el tumulto de informaciones que constantemente fluyen en nuestro ambiente y que constituyen la sangre y el oxígeno de la vida civilizada, el diseñador es el ordenador, el educador y el liberador que transforma caos en información. SEÑAL DE DISEÑO es testimonio de ese esfuerzo.

JORGE FRASCARA,
Icograda past President

Muestra «Diseña tu Mundo»

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www.arq.clarin.com Nota por Cayetana Mercé

Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.

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Video de los alumnos

Señalización Urbana para la Ciudad Rosario.
www.arq.clarin.com

Exposición Caras y Caritas en el MAMBA

[youtube]http://youtu.be/00JWzVpN17w[/youtube]

www.robertlpeters.com

TED Río de la Plata La charla “Nunca pidas Permiso”

[youtube]http://youtu.be/EFdEmbuikOw[/youtube]

www.graffica.info

Congreso Trimarchi en Mar del Plata

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Reconocimiento de la Universidad de Palermo «Maestro del diseño»
maestro UP

Muestra en Mendez Libros «Los sesenta revividos»

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Entrevista de Adrian Shaughnessy  en Unit Editions
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